miércoles, 5 de marzo de 2014

It still reeks.

El olor ascendia fuerte y letal, las semillas se habian alimentado por siglos de los restos humanos que los sacerdotes Urialicos lanzaban por el gran foso que marcaba su altar. Alli ellos proclamaban que los dioses bendencia la sangre de los caidos y la beberian en señal de complacencia. Es tal vez anecdotico que esta premisa comenzase gracias a un joven apotecario que conocia los usos de estas plantas y recomendase el su uso a algunos de los venerados ancianos locales. Era obvio que sus capacidades podian ser utilizadas para deshacerse de cuanto cadaver putrefacto o plaga afectara a los alrededores y asi mismo lo expuso el. Decadas despues al pararme yo ante ese mismo envejecido altar me resigno a la estupidez de los hombres, de los que obran el bien y de los que obran el mal, ambos simples e inutiles, que tan solo se mueven con el vaiven del viento. Los maldigo en mis propias capacidades, extendiendome en las olas del tiempo y reacomodando las palabras cruzadas, los malentendidos, borrando el intercambio y la sugerencia, purgando la memoria del Amaranto Negro, la planta que amenazo con crecer hasta el cielo  y deborar nuestra tierra.
Es por eso que me sorprende, una vez que he terminado mi obra y frente a mi solo queda un pozo olvidado, sin demasiado uso mas que para chatarra perdida, que todavia sienta el mundo impregnado de su veneno.
 
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